martes, agosto 31, 2010

EDGAR VALDEZ VILLAREAL

EDGAR VALDEZ VILLAREAL

"LA BARBIE"

Su corpulencia física y su acendrada violencia, le valieron a Edgar Valdez Villarreal, estadunidense de origen, convertirse en el principal pistolero del narcotraficante Arturo Beltrán Leyva. Su paso por varios estados del país ha dejado una estela de asesinatos por doquier

De origen estadunidense, pero afincado en Nuevo Laredo, Tamaulipas, Edgar Valdez Villarreal, conocido como “La Barbie”, se inició en el mundo de la delincuencia como bandolero y golpeador, a finales de los ochenta. Su corpulencia física y su violencia pronto lo convirtieron en un personaje temible dentro y fuera del estado, de donde tiempo después emergió para convertirse en uno de sicarios más poderosos del narcotráfico.

Poco después de cumplir 18 años, fue encarcelado en Estados Unidos, acusado de daños, pero recobró la libertad. Famoso como conquistador de mujeres, “La Barbie” es ampliamente conocido en Monterrey, donde a menudo se le veía en bares rodeado de chicas universitarias.

Según la averiguación previa PGR/SIEDO/UEIDCS/106/2005 y datos obtenidos de investigaciones realizadas por el Ministerio Público Federal sobre el cartel de Sinaloa, Valdez Villarreal empezó a movilizarse entre Nuevo Laredo y Monterrey, territorios que, a la postre, mantuvo bajo sus dominios. Entre 1998 y el año 2000, “La Barbie” conoció a un personaje que vio en él al sicario ideal por su grado de violencia: Arturo Beltrán Leyva, “El Barbas”.

Este capo es nada menos que uno de los más importantes socios de Joaquín Guzmán Loera, “El Chapo”, en el negocio del narcotráfico, cabeza de la célula criminal que opera en Guerrero –particularmente en Acapulco y Zihuatanejo– desde finales de los noventa.

El proyecto de conquistar la ruta del Pacífico por parte de los hermanos Beltrán Leyva coincide con la incorporación, a ese grupo, de Valdez Villarreal, personaje que por esas fechas empezó a ser mencionado como responsable de múltiples ejecuciones en Matamoros, Reynosa y Monterrey, Nuevo León.

Valdez Villarreal era la cabeza de un grupo de pistoleros que empezó a servir al cártel de Sinaloa en su conquista por las rutas del Golfo, en especial la plaza de Nuevo Laredo, la más deseada por las organizaciones criminales, pues ese territorio es considerado el de mayor flujo vehicular hacia Estados Unidos: 7 mil cruces se realizan todos los días –de acuerdo con datos de la PGR –y sólo el 10% puede ser revisado. El resto pasa al vecino país sin ninguna inspección.

La Barbie” fue una pieza clave en las batallas que inició “El Chapo” Guzmán contra “Los Zetas”, el cerco protector del cartel del Golfo. En el año 2000, Valdez Villarreal tenía 24 años, aproximadamente.

Su eficacia en el manejo de armas y una suerte de liderazgo mostrado en esas luchas entre bandas, pronto atrajo la atención de Beltrán Leyva, quien ya se encontraba asentado en Guerrero. Se asegura que “El Barbas” lo invitó a organizar la plaza de Acapulco y así se convirtió en el jefe de sicarios.

Pronto puso en práctica varias acciones y estrategias, muchas de las cuales le habían dado buenos resultados en Tamaulipas: organizó a sus pistoleros, se hizo de los servicios de policías locales y federales, quienes servían a la organización en el seguimiento de los rivales. Incluso, a varios agentes de la Agencia Federal de Investigaciones (AFI) se les investigó por la presunta desaparición de varios miembros de “Los Zetas”.

Beltrán Leyva reforzó su poderío con Valdez Villarreal como jefe de pistoleros. Tan pronto como se fue afianzando el grupo criminal, “La Barbie” tomó prácticamente todo el control del llamado “sicariato” del cartel de Sinaloa en Guerrero: organizó una amplia red de espías –la mayoría de ellos taxistas y personas desempleadas– que se sumaron al grupo.

Dotados de equipos de comunicación, trabajaban de día y de noche en el seguimiento de la policía y de los propios miembros de la organización, pues reportaban todos los movimientos sospechosos realizados en la zona turística de Acapulco. Así, “La Barbie” mantenía un férreo control en la plaza.

Convertido en cerco protector de Los Beltrán Leyva, el sicario Valdez Villarreal fue un importante operador en los días más cruentos de la lucha librada contra “Los Zetas” en Guerrero. Ezequiel Cárdenas Guillén, “El Tony Tormenta”, pretendió asesinarlo como parte de los ajustes de cuentas por la oleada de violencia que el propio “Barbie” había desatado en Tamaulipas.

La sustitución

A Valdez se le atribuye el reclutamiento de un buen número de miembros de los Mara Salvatrucha a las filas del cartel de Sinaloa. Conocidos en Centro América por su culto a la muerte y por las prácticas de matar, “Los Maras” son señalados como autores de las decapitaciones, tanto en Guerrero, Nuevo León, Tijuana y Michoacán.

La PGR asegura, con base en sus investigaciones, que este grupo pasó a sustituir una parte del equipo de sicarios en el cartel de Sinaloa, pues Valdez Villarreal habría enfrentado diferencias con Arturo Beltrán, quien presuntamente decidió separarlo de la organización. Ahora se le relaciona con Ismael “El Mayo” Zambada, quien, al parecer, es su nuevo protector.

Según afirmó el propio Valdez Villarreal en una carta abierta publicada el 26 de mayo pasado en el periódico Milenio --dirigida a la Coparmex, al gobernador de Nuevo León, Natividad González Parás, a los entonces candidatos presidenciales y a la ciudadanía en general– está desvinculado de la violencia en el norte del país, la cual atribuye a “Los Zetas”.

En su carta pública, redondea su perfil:

“No pretendo hacerme ver como una blanca paloma, ni tampoco limpiar mi imagen, pues yo estoy seguro de lo que he hecho y de lo que soy responsable; sin embargo, he sido acosado y perseguido por estos narco-secuestradores (en referencia a “Los Zetas”), así como por el gobierno actual, motivo por el cual me he visto en la necesidad de cambiar continuamente mi estancia de un lado a otro, ya sea en algún lugar de este país o del extranjero.”

La Barbie” asegura en su desplegado ya no tener problemas financieros: “Cuento con recursos económicos para hacerlo (moverse de un país a otro)”, y lamenta: “Pero qué será de aquellos que no lo tienen (y como) consecuencia de ello han perdido la vida”.

FUENTE: PROCESO.COM.MX


CORRIDO DE EDGAR VALDEZ VILLAREAL



ROBERTO TAPIA-LA BARBIE

LA BARBIE: PERFIL DE UN CRIMINAL


De origen texano, la Barbie deja terror y muerte a su paso

Tal vez el dato más inquietante de la información generada a partir de las detenciones del 27 de septiembre es que en Mazatlán está operando Édgar Valdez Villarreal, la Barbie, porque no es un personaje cualquiera. Es, desde hace mucho tiempo, uno de los principales guerreros de Arturo Beltrán Leyva, encargado de abrir plazas a sangre y fuego, y que por donde pasa deja siempre una estela de muerte y terror.

De acuerdo con los registros de la DEA y de la PGR, Valdez Villarreal es originario de Texas. Poco después de cumplir 18 años fue encarcelado en Estados Unidos acusado de daños, pero recobró la libertad. De 35 años de edad, también tiene antecedentes penales por narcotráfico en una corte de Nueva Orleans; una vez fue detenido con droga en Missouri, pero quedó libre.

Las autoridades lo responsabilizan de ser el autor del llamado “narco-video” donde cuatro Zetas son interrogados y uno de ellos es asesinado ante la cámara. Esos miembros de Los Zetas eran cuatro de los 27 que desaparecieron en esos días de julio del 2005 en Acapulco y Zihuatanejo, de acuerdo con la información oficial.

Según la averiguación previa PGR/SIEDO/UEIDCS/106/2005 y datos obtenidos de investigaciones realizadas por el Ministerio Público Federal sobre el cártel de Sinaloa, Valdez Villarreal empezó a movilizarse entre Nuevo Laredo y Monterrey, territorios que, a la postre, mantuvo bajo sus dominios. En 2001, la Barbie conoció a un personaje que vio en él al sicario ideal por su grado de violencia: Arturo Beltrán Leyva, el Barbas.

Pronto, Valdez Villarreal se convirtió en la cabeza de un grupo de pistoleros que empezó a servir al cártel de Sinaloa en su conquista por las rutas del Golfo, en especial la plaza de Nuevo Laredo, aunque nunca lo logró.

Durante los tiempos dorados de la familia sinaloense conformada por los hermanos Beltrán Leyva, Joaquín Guzmán Loera y Juan José Esparragoza, la Barbie fue una pieza clave en las batallas que iniciaron contra Los Zetas, el entonces brazo armado del cártel del Golfo. En ese contexto de guerra, fue el creador de dos grupos de sicarios: Los Pelones y Los Negros.

Relaciones públicas

Un rasgo extraño de Édgar Valdez Villarreal es la búsqueda de interlocución pública con los hombres del poder. Los narcos siempre han tenido interlocución con el Gobierno, pero siempre o casi siempre ha ocurrido de manera soterrada. Esta ha sido una de las bases de la histórica relación entre el narcotráfico y el poder.

El 26 de mayo de 2006, por ejemplo, la Barbie publicó un desplegado en el diario Milenio que estuvo dirigido a la Coparmex, al gobernador de Nuevo León, Natividad González Parás, a los entonces candidatos presidenciales y a la ciudadanía en general. En ese momento, la violencia estaba desatada en el norte del país, sobre todo en Tamaulipas y Nuevo León.

En la carta, Valdez Villarreal responsabilizó a Los Zetas de los hechos violentos que se han cometido en Nuevo León y conminó al próximo presidente a que haga prevalecer el estado de derecho contra ese grupo paramilitar, cosa que no hizo el actual gobierno.

“Convoco al nuevo sexenio que se aproxima, y al hombre que se le deposite la confianza para encabezarlo por medio del sufragio, tenga el valor para hacer prevalecer el estado de derecho, mismo que debe regir de manera igualitaria, un sexenio que contenga acciones contundentes y firmes para acabar con ese gran cáncer de narco-secuestradores y asesinos de mujeres y niños”, dice el texto.

No era la primera vez que lo hacía. En su libro Narcotráfico, el gran desafío de Calderón, el periodista Alejandro Gutiérrez documenta:

El 12 de septiembre de 2004, el periódico El Mañana, de Nuevo Laredo, publicó una carta del “empresario” Édgar Valdez Linares —que localmente se asegura en realidad es la Barbie—, en la que pide al presidente Fox “poner alto a la impunidad, inseguridad e injusticia en Nuevo Laredo, Tamaulipas”. En el mismo tono publicó una en otro medio, firmada en Saltillo, Coahuila, en la cual revela que fue secuestrado por Los Zetas.

La carta concluye: “Señor presidente, respetuosamente preguntamos ¿acaso el Ejército Mexicano y la Procuraduría General de la República carecen de medios y elementos para acabar con dichos grupos delictivos?”.

La exposición pública de la Barbie obligó a Arturo Beltrán a pensar en un relevo, tal vez por eso no había noticias de él en los últimos meses. Pero reapareció en Mazatlán. Y ahora, dice el gobierno, aliado con Los Zetas.

FUENTE: RIODOCE.COM.MX

LA OTRA HISTORIA DE LA “BARBIE”

En febrero de 2005 un testigo presencial entregó a José Luis Santiago Vasconcelos, entonces zar antidrogas de la PGR, un testimonio detallado de las actividades delictivas de Edgar Valdez Villarreal, a quien apodan La Barbie. Edgar nació en Texas en 1973 y huyó después de haber sido detenido en dos ocasiones en los Estados Unidos (por homicidio a los 18 y por narcotráfico a los 21 años). Entonces, su tío, líder de la banda Los Chachos de Nuevo Laredo, lo protegió escondiéndolo en su mansión de San Agustín, en San Pedro Garza García, Monterrey.

La Barbie volaba cocaína pura y armas a Toluca y Veracruz con una Cessna bimotor matrícula XB-EBA, cuyo piloto era Luis B. M.; la avioneta estaba a nombre de Jaime Lobeira. Muerto el tío, La Barbie tomó el liderazgo y se acercó a los grandes capos, hasta llegar a ser el líder de sicarios de los Beltrán Leyva (a quienes supuestamente traicionó en Morelos).

El testigo a quien yo entrevisté personalmente hace cinco años dio las direcciones de todos los personajes involucrados. Vasconcelos tenía amenazas de muerte de La Barbie, este estadounidense cuya estancia como ilegal en México duró más de veinte años (hasta que lo detuvieron hace unos días).

La ex esposa de Edgar Valdez tenía un restaurante en Nuevo Laredo al que él iba continuamente acompañado de su compañero Jorge González, El Batman. Desde 1999 una de sus empresas para lavar dinero es una constructora en Dallas, Texas, donde Valdez cuenta con una amplia red de protección policiaca y política para la distribución de droga entre norteamericanos. Mientras, en Las Vegas, sus socios Sasha y su esposo El Negro operan en tres casinos y un prostíbulo el blanqueo de dinero. Resulta curioso que durante años Edgar Valdez volara en su propio jet de Monterrey a Toluca y Guerrero sin ser detenido por las autoridades. La DEA, aparentemente, perseguía a este estadounidense que tiene comprados a agentes migratorios de México y Estados Unidos, y que siendo uno de los narcos “mas buscados” pudo introducir a su país cientos de toneladas de cocaína

La inspiración para Edgar Valdez fue Isaac Guttnan Esternberger, el colombiano creador de los sicarios en motocicleta, la máquina de matar más potente de Medellín. Guttnan y Valdez entendieron que los jóvenes de barrios pobres, sin acceso a la educación y con gran resentimiento social, tienen una necesidad de pertenencia. Valdez, quien cometió su primer asesinato a los 18 años, les hizo sentirse dueños de la vida dando muerte. Curiosamente. los vínculos de La Barbie con la trata sexual de mujeres no han sido ni siquiera mencionados por las autoridades, quienes irresponsablemente lo muestran como “un mujeriego”.

Lo que es evidente es que sin la colaboración formal de una red de corrupción de estadounidenses desde Texas hasta Louisiana, y al oeste en Nevada, Valdez no habría podido introducir a México trailers de dólares en efectivo y las armas de alto calibre para sus sicarios. Esta historia nos recuerda que los Estados Unidos deben mirarse a sí mismos con la misma dureza con que miran a México. Intuyo que La Barbie se ríe porque si lo deportan para ser juzgado en su propio país su testimonio propiciará un caos en Washington, donde se han dado baños de pureza orquestando el Plan Mérida.

LYDIA CACHO

LA BARBIE Y LAS EJECUCIONES

NOVIA DE 'ZETA' RELATA SECUESTRO

Por LAURENCE ILIFF

Juan Miguel Vizcarra, gatillero del cártel del Golfo, pasó sus últimos días en el mar de la bahía de Acapulco y también frente a la televisión con su novia y la hija de la mujer.

Simulaba estar de vacaciones, pero en realidad el ex militar había llegado a la ciudad para realizar una peligrosa misión.

Él y otros miembros de los Zetas de Nuevo Laredo, todos encargados de hacer el trabajo sucio del cártel del Golfo, habían ido a Acapulco y la cercana ciudad de Zihuatanejo para secuestrar a miembros del rival cártel de Sinaloa.

Posteriormente, su novia Norma diría a las autoridades que desconocía la labor que desempeñaba Vizcarra para los Zetas en la frontera entre México y Texas. Sin embargo, en declaraciones que forman parte de un documento legal de 216 páginas obtenido por The Dallas Morning News, declaró que Vizcarra le confesó la verdad.

Vizcarra es la figura central en un escalofriante "narcovideo" que fue dado a conocer por The Dallas Morning News en diciembre. Ahí se muestra el interrogatorio de cuatro autoproclamados Zetas marcados por hematomas y ensangrentados. Hacia el final del video, fechado el 16 de mayo del 2005, Vizcarra recibe un disparo en la cabeza.

El secuestro de los hombres propició una investigación federal en México que dejó al descubierto una guerra cada vez más personal entre los dos carteles. Las declaraciones de la novia de Vizcarra ofrecen un excepcional vistazo de lo que sería un golpe fallido del narcotráfico, la conspiración de policías corruptos y los acontecimientos que llevaron a la grabación del video. Los archivos judiciales serán utilizados por la fiscalía en el juicio de diez personas, que incluyen ocho agentes federales, por su supuesto nexo con narcotraficantes.

La versión de la novia

Las revelaciones que Vizcarra hiciera a Norma se produjeron luego de que él se quejara de que su "destacamento de seguridad" se estaba arriesgando demasiado. Norma le preguntó de qué hablaba, y según su declaración jurada, "me dijo que era miembro de los 'Zetas' y que eran un grupo armado de narcotraficantes".

"Le pregunté a Juan Miguel qué hacía. Dijo: 'Lo que hago es llevarme a personas, y estamos aquí en Acapulco buscando gente del [otro] cártel; estamos buscando a unos tipos que entraron a nuestro territorio y asesinaron a miembros de la familia Zeta. Y mi misión es llevar a los responsables conmigo' ", relató Norma.

Autoridades mexicanas han identificado al hombre ejecutado en un 'narcovideo' como Juan Miguel Vizcarra.

Vizcarra advirtió que podía encontrarse en una misión suicida debido al alto nivel de protección policial que gozaba el cártel de Sinaloa en la ciudad portuaria, en especial por parte de agentes corruptos de la Agencia Federal de Investigaciones (AFI).

Si los Zetas logran efectuar los secuestros, añadió, es posible desencadenar una "gran fiesta": un sangriento enfrentamiento entre los cárteles.

"Dijo que estábamos en la boca del lobo, ya que si nos atrapaba la policía [estatal], los AFI, o la policía municipal, no nos llevarían a las autoridades, sino con los jefes de la organización", testificó.

Y así fue.

Una semana después de la llegada de los Zetas a Acapulco, las cosas para el grupo se empezaron a complicar.

"El domingo 15 de mayo, alrededor de las siete de la mañana, Juan Miguel recibió una llamada. Después dijo: 'atraparon a esos idiotas [compañeros Zetas] en Zihuatanejo', luego a las nueve de la mañana recibió una llamada y después dijo: 'Estamos jodidos, ya atraparon a dos de mi destacamento... cuando atrapan a uno los atrapan a todos' ", narró Norma.

Trataban de huir

Vizcarra, Norma y su hija de dos años salieron de su habitación del hotel con vista a la plaza principal de Acapulco y caminaron frente a un puesto de la policía municipal. Vizcarra compró tarjetas de teléfonos prepagadas y Norma avisó a las autoridades. Su idea era pedir a la hermana de Vizcarra que les enviara dinero urgentemente para poder escapar rápido.

Minutos más tarde, tres camionetas SUV con vidrios polarizados aparecieron en la plaza del lado del océano, y de ellas salió una docena de hombres armados. Uno de los hombres llevaba un uniforme oscuro con la insignia de la AFI en la manga, aseguró Norma a las autoridades. "Cuatro de ellos se nos acercaron, dos se llevaron a Juan Miguel del brazo y [los otros] me llevaron a mí".

Vizcarra subió a bordo de una de las camionetas y Norma y su hija a otra. Fueron transportados a una casa de seguridad del cártel de Sinaloa en Costa Azul, un exclusivo vecindario cercano a la playa, según el expediente de la corte.

Las autoridades lograron identificar a uno de los hombres ejecutados en el video como Juan Miguel Vizcarra, del cártel del Golfo.

Entre los que esperaban a Vizcarra se encontraba un importante operativo de Sinaloa que se cree está a cargo de la "plaza" de Acapulco, como se le conoce a cada territorio del cártel. A través de fotografías, Norma lo identificó como Édgar Valdez Villarreal, cuyo principal apodo, "La Barbie", deviene de su piel blanca, constitución atlética y ojos verdeazulados, que lo hacen parecer como una versión masculina de la muñeca del mismo nombre, de acuerdo con las autoridades. Tiene 32 años y nació en Laredo, Texas, y la justicia mexicana emitió una orden de aprehensión contra él en el 2003 por acusaciones de tráfico de cocaína.

Un hombre reservado

Norma contó a las autoridades que el hombre que consideraba su concubino era tranquilo y reservado, le gustaba jugar futbol y trabajó como guardia de seguridad en Ciudad Altamira, en el estado fronterizo de Tamaulipas. También estuvo en el ejército de los 16 a los 25 años, pero lo dejó luego de que su primera esposa se quejara de que nunca veía a sus tres hijos pequeños. Después se separó de ella, según el testimonio.

En la confesión que le hizo a Norma, Vizcarra reveló haber pertenecido a los Zetas por tan sólo unos meses, dijo a las autoridades. El cártel le prometió casi 3,000 dólares semanales, más gastos, pero no le habían pagado aún.

Norma también describió su temor por lo que le pudiera ocurrirles a ella y a su hija.

Reveló que uno de los hombres que la custodiaban dijo: "Tu marido está en el bando equivocado. Espero que mi jefe esté de buen humor y te deje ir. Tu hija es muy pequeña, de la misma edad que la mía... tu esposo me pidió que te dijera que te quiere mucho".

Durante las casi 24 horas que pasó en la casa, Norma vio al menos a otro Zeta esposado. Más tarde lo identificó como Sergio Alberto Ramón Escamilla, de 19 años, que también aparece en el video y cuya sangre fue encontrada más adelante por expertos forenses en una de las habitaciones.

Norma relató que una vez que ella y su hija fueron dejadas en libertad, fueron llevadas a la central de autobuses. Era el 16 de mayo, el mismo día que aparece en el video en el que Vizcarra fue ejecutado.

Informó a las autoridades que había sido liberada, y uno de los hombres le aconsejó: "será difícil, pero finge que no pasó nada". Entonces le dio 1,000 pesos, aproximadamente 95 dólares, para que comprara los pasajes de autobús.

Pero antes de ser llevada a la central de autobuses, Norma recibió la visita de otro hombre, el que le entregó un papel doblado y agregó: "Llévate esto. Cuando llegues... míralo, y si quieres ir a las autoridades, hazlo. Nada más no digas a nadie que yo te lo di".

Fue hasta después que Norma se dio cuenta que se trataba de una fotografía de Valdez, "La Barbie". Aún no está claro, dado el testimonio, si la foto pretendía ser una amenaza o si se trataba de mostrar al hombre responsable por la muerte de su novio.

Los agentes federales

Los archivos serán utilizados en el caso de la fiscalía contra diez personas, incluyendo a ocho agentes federales, por su supuesta colaboración con narcotraficantes.

La investigación condujo a un caso jurídico preliminar contra ocho oficiales federales, incluyendo a un comandante de la AFI en Acapulco, además de dos civiles.

Se ordenó un juicio contra los agentes federales y los dos civiles. Otros cinco oficiales, entre ellos el comandante federal de Acapulco, fueron dejados en libertad por falta de pruebas.

El procurador general Daniel Cabeza de Vaca dijo a reporteros en diciembre que la investigación interna de su oficina no había podido probar la participación de agentes de la AFI en la realización del video o maltrato de los supuestos Zetas. No obstante, agregó que los agentes de la AFI que fueron detenidos siguen bajo investigación y la corrupción no será tolerada dentro de las fuerzas policiales.

FUENTE: ALDIATX.COM


DETIENEN A LA "BARBIE"

Elementos de la Policía Federal capturaron este lunes a Edgar Valdez Villareal, alias La Barbie, en el estado de México, informó la Secretaría de Seguridad Pública federal.

A través de un comunicado, la dependencia manifestó que la detención es resultado de un trabajo de inteligencia que inició en junio de 2009, y se desarrolló en diversos puntos del país.

En el operativo para detener a La Barbie participaron alrededor de mil 200 agentes de la Policía Federal, como parte de un trabajo de inteligencia, que tiene en marcha más de un año para ubicar al que fuera el jefe de sicarios del cártel de los Beltrán Leyva.

Por su parte, la Procuraduría General de la República confirmó la detención del narcotraficante, aunque por cuestiones de seguridad no revelaron la ubicación donde fue capturado.

Versiones aún no confirmadas por la Policía Federal, de la Secretaría de Seguridad Pública informaron que con Valdez Villarreal habrían sido detenidas otras dos personas.

"La operación contra la estructura criminal continúa", destacó la SSPF.

Según un portavoz de la Secretaría de Seguridad Pública federal (SSP), el narcotraficante fue detenido hace "escasos minutos" entre el Estado de México y el de Morelos, cercanos a la capital mexicana.

El operativo, puesto en marcha por la Policía Federal, continua en estos momentos, aunque no han trascendido más detalles.

La Barbie, apodado así por su aspecto de galán, es de origen estadounidense y durante los últimos años ha operado como jefe de sicarios del cártel de los Beltrán Leyva, uno de los principales del país.

Tras la muerte, en un operativo de la Armada, del capo Arturo Beltrán Leyva en diciembre, líder del cártel, La Barbie luchaba, según analistas, por el control de la organización criminal contra otra facción del grupo.

Por un lado estaría Héctor Beltrán, alias El grande, y por otro Valdez Villarreal, según la SSP.

El enfrentamiento se tradujo en una oleada de muertes, principalmente en el estado de Guerrero (sur de México).

Su nombre ha sido uno de los que más ha aparecido en los medios de comunicación en los últimos tiempos, por el pulso que mantenía con sus antiguos compañeros y la crudeza de sus actos.

La PGR ofrecía una recompensa de 30 millones de pesos (2.26 millones de dólares) .

ELUNIVERSAL.COM.MX

PRESENTACION DE LA "BARBIE"


La Policía Federal presentó a Édgar Valdez Villarreal, ex jefe de sicarios del cártel de los Beltrán Leyva y a seis integrantes de su equipo más cercano de colaboradores, detenidos en el poblado de Salazar, estado de México.

Valdez Villarreal, originario de Texas, descendió de un vehículo Hummer esposado pero sonriente y volteó a ver a las cámaras con semblante arrogante, vistiendo la misma ropa que mostraba la foto de su detención.

En conferencia de prensa, el comisionado general de la Policía Federal, Facundo Rosas Rosas explicó que el operativo para detener a Valdez Villarreal es parte de un trabajo de inteligencia que inició en junio de 2009 con la desarticulación de una célula de sicarios encabezada por Carlos Villanueva de la Cerda, alias "Comandante 8" quien operaba para La Barbie en Tultitlán, estado de México.

Desde esa fecha en distintas acciones fueron detenidos integrantes de su estructura criminal de quienes se obtuvo información de inteligencia que permitió identificar nuevos domicilios de la organización, ya que ante éstas acciones Valdez Villarreal había trasladado su residencia de Guerrero al poniente de la Ciudad de México.

Facunda Rosas Rosas confirmó que la balacera del lunes registrada en periférico formaba parte de las acciones de búsqueda de La Barbie y que el presunto delincuente fallecido en el operativo, Aarón Arturo Ginez, era unos de los más cercanos colaboradores de Valdez Villarreal, de quien se tenía información a quien se seguía la pista en la zona sur de la ciudad.

Sobre el operativo en el que fue detenido, Rosas Rosas explicó que se tuvo información de inteligencia que permitió establecer que se encontraba refugiado en una casa de seguridad del estado de México.

"En el lugar, contaba con un grupo de apoyo para su seguridad, por lo que tras la obtención de esta información procedió a instalar un cerco de seguridad en la zona. En ese punto fueron desplegadas células operativas y de inteligencia de la Policía Federal".

Rosas Rosas explicó que en acciones simultáneas se tenía vigilancia técnica y de campo a operadores de Valdez Villarreal y que se realizó el aseguramiento de quienes estaban en su entorno para acotar su logística de seguridad, protección y movilidad.

Junto con Valdez Villarreal fueron detenidos Marisela Reyes Lozada de 40 años, Juan Antonio, Maritzel y Mauricio de apellidos López reyes de 26, 18 y 25 años respectivamente y Arturo Iván Arroyo Salas, todos ellos originarios del Distrito Federal así como Jorge Valentín Landa Coronado, originario de Laredo, Texas.

En la misma conferencia, Ramón Eduardo Pequeño García, jefe de la División Antidrogas de la Policía Federal confirmó que Valdez Villarreal en sus declaraciones manifestó que Arturo Beltrán Leyva fue quien ordenó el asesinato de altos mandos de la corporación, en respuesta a las acciones implementadas en contra de su organización delictiva.

PRESENTACION DE LA BARBIE





LA CABAÑA DE LA BARBIE



DECLARACION DE LA BARBIE



FESTEJAN CAPTURA DE LA BARBIE CON TACOS Y TEPACHE

El comando regresó a la ciudad en medio de la noche, eran más de 30 autos y camionetas, en su mayoría sin placas, los que llegaron hasta El Borrego Viudo, en la esquina de avenida Revolución con Viaducto Miguel Alemán

“Agarraron al bueno”, gritó un mesero en medio del gigantesco estacionamiento cuando vio entrar uno a uno los carros y camionetas repletos de federales.

Vestidos en su mayoría con pantalones de mezclilla, playeras y gorras azul marino y un chaleco antibalas, los hombres y mujeres iban repartidos de cuatro en cuatro en los autos y camionetas, algunos con torretas encendidas.

El comando de más de 30 carros y camionetas que iba en caravana, atravesó casi toda la ciudad hasta llegar a la Taquería El Borrego Viudo, en la esquina de avenida Revolución con Viaducto Miguel Alemán.

Llegaron exactos a la 1:30 de la madrugada de este martes, acomodaron sus autos adentro del estacionamiento y hasta ahí los meseros les llevaron los tacos, los refrescos y el tepache.

La tropa, alrededor de unos 120 elementos en su mayoría integrantes del área de Inteligencia de la Policía Federal, así festejaba la captura del narcotraficante estadounidense Edgar Valdez Villarreal.

El “narco gringo” más visible

El lugar donde fue capturado “La Barbie”, como se le conocía a este narcotraficante, aún no ha sido revelado con exactitud, sólo se sabe que fue por el rumbo del municipio de Lerma, en el Estado de México.

La tarde del lunes Edgar Valdez Villarreal fue detenido por la Policía Federal, quien andaba tras de sus pasos desde hacia varios meses luego de la muerte del jefe del narcotráfico Arturo Beltrán Leyva.

Valdez Villarreal, quien nació en Nuevo Laredo, en Estados Unidos fue el jefe de pistoleros de “El Barbas” hasta su muerte en Cuernavaca, Morelos, y ha militado en distintos cárteles mexicanos desde hacía ya varios años.

En Morelos, el antiguo reino de “La Barbie

Hasta anoche, antes de que se revelara el lugar de su detención, en varios de los municipios que fueron el reino de “La Barbie” se especulaba de su captura.

En Cuautla la gente, de manera reservada, contaba cuando a él y varios de sus gatilleros se les veía pasearse por ahí, iban y venían de Cuernavaca, Cocoyoc y Yautepec.

En los fraccionamientos residenciales de Colinas y Santa Fe, al sur del estado de Morelos rumbo a Chilpancingo y casi con los límites del Estado de México, los vigilantes privados estaban más al tanto de la noticia de su detención que la misma policía estatal.

En expedientes, varios de los detenidos del cártel de los hermanos Beltrán, narran cómo “La Barbie” y “El Barbas” se movían por la zona y tenían varias casas de seguridad y descanso en el lugar.

Anoche esos fraccionamientos lucían en calma, bajo estricta vigilancia de los policías privados que impedían el paso de todo vehículo ajeno así se tratan de visitantes.

En Lerma nadie sabía nada

En los límites del Estado de México con el Distrito Federal se encuentra el municipio de Lerma, cercano a Toluca, en donde asegura la Policía Federal detuvo a Valdez Villarreal.

Anoche en la cabecera municipal, ni policías, ni pobladores o funcionarios sabían del operativo de los federales: nadie escuchó ni vio patrullas o helicópteros.

En el fraccionamiento Los Encinos, una de las zonas más exclusivas y en donde vive la gente más adinerada del lugar, intimidantes guardias de seguridad privados rodeaban a cualquier auto desconocido que se acercara e impedían tomar fotografías del lugar.

En la Cruz Roja de Lerma, ni los radio operadores se habían enterado de algo por las frecuencias, nadie había visto nada.

Sólo la fotografía divulgada por le Gobierno federal, que muestra el rostro actual de Edgar Valdez Villarreal, confirma su detención.

El operativo debió ser impresionante, tan sólo el convoy de más de 30 autos y camionetas repletos de federales que festejaron comiendo tacos causaba la expectación de quienes los miraron llegar e irse.

El comando de federales salió de la taquería a las 2:00 en punto y tomó, todos en caravana, el Periférico con rumbo al oriente del Distrito Federal hacia el Centro de Mando de la Policía Federal.

Agarraron al bueno” y la tropa festejó a su modo. Una de cal. Hoy no hubo autos-bomba que mataran a federales ni hubo soplones que salvaran al narcotraficante. El manto de protección de “La Barbie” terminó.

lunes, agosto 02, 2010

ATENTAMENTE, EL CHAPO

Nadie sabía quién era y ya era dueño del aeropuerto de la ciudad de México. Todos saben quién es y nadie puede encontrarlo. Joaquín Guzmán Loera ha sobrevivido a cinco presidentes, 11 procuradores, una prisión y a su propia adicción al poder y las mujeres

En los meses que siguieron a su fuga del penal de Puente Grande, Joaquín El Chapo Guzmán saltaba desesperado de una ciudad a otra. Un grupo especial de la Policía Judicial Federal, a cargo del entonces director Genaro García Luna, y al menos 500 agentes de diversas corporaciones, le mordían los talones. Las autoridades sostenían que El Chapo realizaba la huida prácticamente sin recursos materiales: disponía sólo de cuatro vehículos, cuatro pistolas, algunos rifles AK-47, y un trío de escoltas incondicionales que desde fines de los ochenta lo seguían a todas partes: Juan Mauro Palomares, El Acuario, Jesús Castro Pantoja, El Chabelo, y Arnoldo Martínez, El Trece.

El fiscal antidrogas Mario Estuardo Bermúdez declaraba que el radio de movilidad y operación del narcotraficante se hallaba “bastante reducido”. El procurador Rafael Macedo de la Concha afirmaba que su organización estaba “significativamente” fracturada. El presidente Vicente Fox anunciaba que su captura era cuestión de tiempo: “Ahí lo traemos de cerquita”.

La policía acababa de asegurarle un laboratorio de procesamiento de drogas en Zapopan. Cada 15 días era detenido uno de sus cómplices. Las redadas federales habían provocado la detención de su hermano, Arturo Guzmán, El Pollo, y de 24 personas asociadas su grupo delictivo: desde el hombre encargado de comprarle la comida, hasta pistoleros, operadores, pilotos y lavadores de dinero. El procurador tenía en su escritorio la lista de sus principales colaboradores: abogados, ex militares, ex comandantes de la Policía Judicial Federal. Se sabía que su segunda esposa, Griselda López Pérez, le ayudaba a rentar casas en las cuales esconderse. A cuatro meses de su fuga, en mayo de 2001, El Chapo se guareció en una residencia de la delegación Cuajimalpa. En julio de ese año se ocultó en el Fraccionamiento Las Ánimas, de la ciudad de Puebla, y luego anduvo a salto de mata en casas de El Pedregal, La Marquesa y la delegación Tlalpan.

Uno de sus escoltas, Jesús Castro Pantoja, fue localizado cuando envió un regalo a su mujer, por el nacimiento de su hijo. Las cámaras de video de la tienda donde había adquirido el obsequio permitieron que las fuerzas de seguridad determinaran su filiación. Fue cazado en estado de ebriedad a las puertas de un hotel en Guadalajara. Castro Pantoja declaró a las autoridades que El Chapo estaba deprimido y a las puertas del suicidio. La detención de su hermano El Pollo le había puesto el ánimo al nivel del piso. Le aterrorizaba la idea de ser extraditado y juraba que antes de volver a La Palma —la prisión en donde purgó los primeros dos años de una condena de 20— iba a darse un tiro.

A fines de 2001, parecía copado. El ejército le cateaba fincas, ranchos, domicilios. La policía le decomisaba vehículos, armas, droga, dinero. Guzmán Loera, sin embargo, parecía ir siempre un paso adelante. “Se esfuma minutos antes de que aparezcamos”, declaró el director de la DEA, Anthony Placido.

El narcotraficante había montado a su alrededor un sistema de seguridad que consistía en el envío de mensajes por bíper. Su grupo más cercano debía recibir cada 30 minutos un mensaje de reconocimiento enviado por escoltas ubicados en puntos alejados. Estos escoltas, a su vez, recibían mensajes procedentes de un tercer círculo de protección. Si la cadena se rompía en algún momento, se tomaba la decisión de huir: “Quería decir que alguien del grupo había sido detenido”, declaró Castro Pantoja.

La fuente más veraz de información, sin embargo, provenía de las estructuras de seguridad nacional. Durante los ocho años que El Chapo estuvo en prisión, su hermano El Pollo heredó una parte de su organización y se dedicó a reclutar enganchadores —entre ellos, los publirrelacionistas Jesús y Humberto Loya— cuya función era sobornar a militares y comandantes de la PGR asignados a cargos estratégicos.

El Chapo tenía razón cuando afirmaba que prefería el suicidio al laberinto de pasillos, muros de concreto y rejas controladas electrónicamente del penal de La Palma. Recluido allí entre 1993 y 1995 —año en que fue trasladado al penal de Puente Grande—, tuvo tiempo de advertir cómo el aislamiento, la inactividad, las estrictas reglas de seguridad y disciplina, provocaban entre los reclusos trastornos físicos y mentales. La Palma, inaugurada en 1991 como el primer penal de máxima seguridad del país, prohibía la comunicación entre internos, salvo en zonas de uso común. Entre el pase de lista a las seis de la mañana y el apagado de luces a las 10 de la noche, sólo había pequeñas visitas al comedor, los talleres, los patios. Los internos no podían formar grupos de más de tres personas y por lo general se prohibía que hablaran entre ellos. La mayor parte del tiempo vegetaban en sus celdas. En 1994 hubo dos suicidios en sólo dos semanas. Ese año, El Chapo se quejó con una organización de derechos humanos porque cerca de su celda había “dos cuartos con paredes acolchonadas, donde constantemente se escuchan gritos de personas, algunas de las cuales son maniatadas con camisas de fuerza”. Se quejó, también, porque las autoridades se la pasaban “inyectando y dando pastillas a los internos, para volverlos locos”.

A excepción de las visitas conyugales, su única distracción consistía en las largas partidas de ajedrez que sostenía con algunos de sus lugartenientes: Baldemar Escobar Barraza, Martín Moreno Valdés y Antonio Mendoza. Las autoridades del penal lo consideraban un hábil ajedrecista. También una persona “peligrosa” y “mentirosa”.

Uno de los perfiles psicológicos que se le realizaron, subraya el sentimiento de inferioridad que le produce su estatura (1.55 metros) y la tenacidad con que se empeña en demostrar “superioridad intelectual” y alcanzar “un estatus de omnipotencia”. De acuerdo con ese diagnóstico, “en su realidad interna no existe la culpa”, posee habilidades “para manipular su entorno” y pretende mantenerse “en el centro de la atención”. Seductor, afable, espléndido, sabe generar “sentimientos de lealtad y dependencia hacia su persona”. Es tolerante a la frustración, “pero no indulgente con sus detractores”. Sus respuestas son siempre calculadas y define claramente sus metas.

Tales características debieron ayudarle a superar la depresión. Cuatro años después de la fuga, el subprocurador José Luis Santiago Vasconcelos lo definió como el criminal más inteligente y con mayor capacidad de reacción que la PGR había enfrentado. En poco tiempo, el hombre que recorría el país con sólo tres pistoleros cuidándole las espaldas había extendido su área de influencia a 16 estados y 20 países. Controlaba el Pacífico mexicano y buena parte de la frontera. Sus redes llegaban incluso a Tailandia. Tenía bajo su servicio a funcionarios de primer nivel. Había penetrado las estructuras de seguridad del Estado a niveles inimaginables. Soñaba con crear una federación de cárteles que él iba a manejar desde la sombra.

Estuvo a un paso de lograrlo. Pero, como decía el perfil, no era indulgente con sus detractores y convirtió el país en una balacera. Un baño de sangre que en los nueve años de su fuga ha arrojado en la República un saldo de 30 mil muertos.

El vuelo de Tapachula

“Esto se va a poner de la chingada”, le dijo El Chapo Guzmán a su administrador, Hernán Medina Pantoja, el 24 de mayo de 1993, el día en que una balacera en el aeropuerto de Guadalajara cobró la vida del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo. Los reportes oficiales indican que El Chapo se había hospedado en el Hotel Holiday Inn de esa ciudad y pensaba viajar, en plan de descanso, a Puerto Vallarta. La pugna que desde 1989 mantenía con los hermanos Benjamín y Ramón Arellano Félix, cabecillas del Cártel de Tijuana, trastocó sus planes. Un comando de asesinos reclutado en el barrio Logan de San Diego viajó a Guadalajara para matarlo. Lo que siguió después —la balacera en la que los sicarios confundieron el auto de El Chapo y barrieron el cuerpo del cardenal Posadas Ocampo, según la versión oficial— lo condujo al máximo nivel de visibilidad y exhibió la red de sobornos y complicidades que le habían permitido construir la organización criminal más poderosa de México.

Antes de 1993, El Chapo Guzmán reinaba desde la sombra. No se contaba con datos suyos. Tampoco se tenían fotos recientes. El oro del narcotráfico le permitía moverse con impunidad. Tenía la mano en Jalisco, Nayarit, Durango, Sinaloa. Ese mismo oro había comprado una estructura de protección compuesta por gobernadores, ministerios públicos, comandantes, policías y funcionarios medios y altos de varias procuradurías. Pronto circuló la versión de que sus tentáculos habían llegado al secretario particular del presidente Salinas de Gortari, Justo Ceja Martínez. El Chapo Guzmán tenía en la nómina al director de la Policía Judicial Federal encargado de combatirlo, Rodolfo León Aragón.

Tras la balacera en el aeropuerto, las cosas se pusieron como él había anunciado. En una camioneta Suburban, acompañado por un grupo de pistoleros, El Chapo se desplazó hacia el sur. Según el oficio 1387 de la Procuraduría de Justicia Militar, un comandante federal de apellido Gómez, quien le servía de enlace con el subprocurador general Federico Ponce Rojas (al que, decía el oficio, el cártel le pagaba un millón de dólares cada dos meses), le sirvió de escudo hasta que El Chapo cruzó los límites de Chiapas. Fue, sin embargo, una huida plagada de errores. El ex procurador Jorge Carpizo relató después que el narcotraficante hizo varias llamadas desde su celular (“iba dejando un rastro, como animal herido”), y ordenaba a sus acompañantes destruir los cartelones de “Se busca” que aparecían en su camino. Las llamadas desde el celular eran “como un bíper que se prendía y apagaba, pero que daba pistas sobre sus movimientos”. La pista de los cartelones rotos trazó una línea hasta San Cristóbal de las Casas. El gobierno mexicano pidió, al más alto nivel, para evitar filtraciones, la colaboración de autoridades guatemaltecas y salvadoreñas.

Era evidente que El Chapo se iba del país.

Un día, su celular dejó de comunicarse. Carpizo supuso que finalmente había sido detenido.

Un grupo de elite del ejército guatemalteco lo capturó en junio de 2003 en el Hotel Panamericana. Lo acompañaban tres hombres y una mujer. El Chapo revelaría después que la milicia de ese país lo había traicionado: que el teniente coronel Carlos Humberto Rosales le quitó un millón y medio de dólares, antes de entregarlo en el puente Talismán al coordinador de la lucha contra el narcotráfico, Jorge Carrillo Olea.

Un avión de la fuerza aérea lo trasladó a Toluca. “¿Cuánto dinero quieren? Tengo mucho”, les dijo a los funcionarios que lo escoltaban. “Les doy los nombres de comandantes, de funcionarios, de gente a mi servicio. Estoy arreglado muy arriba”, agregó.

Durante el vuelo, el narcotraficante detalló las redes de corrupción en que apoyaba sus actividades. Salpicó a un ex procurador, cuyo nombre no se hizo público. Luego se supo que había embarrado también al ex subprocurador Federico Ponce Rojas, a una persona que trabajaba muy cerca del presidente Salinas de Gortari (presuntamente, Justo Ceja) y a un colaborador del primer círculo de Jorge Carpizo (Rodolfo León Aragón). Relató la entrega de millones de dólares a los comandantes José Luis Larrazolo Rubio, Cristian Peralta y Guillermo Salazar. Desnudó la maquinaria de infinita corrupción que había en el gobierno de Salinas de Gortari.

El procurador Carpizo archivó la información. “Los datos proporcionados por el jefe del Cártel de Sinaloa eran sugerentes —escribió después—, pero no tenían la fuerza, por sí solos, para realizar una consignación”. Otro de los pasajeros del vuelo, el general Guillermo Álvarez Nara, consignó la declaración en un oficio de cuatro cuartillas que luego entregó a la Procuraduría General de Justicia Militar.

El PRI que hoy señala a Guzmán Loera como capo favorito del panismo, decidió guardar silencio y desviar la vista. La declaración hundió a algunos policías y a ciertos funcionarios de nivel medio. Se produjeron ceses y súbitas remociones. En La Palma, El Chapo se negó a ratificar lo que había declarado y constaba en los partes levantados por funcionarios de inteligencia. Dijo que le habían leído la cartilla, y que mejor ahí lo dejaba.

La noche del Krystal

—Oye, Chapo, ¿es cierto que eres el rey de la coca?

—Yo no me dedico a eso.

—¿A qué te dedicas?

—Soy agricultor.

—¿Qué siembras?

—Frijol.

—¿Y qué más?

—Tengo una abarrotería con un amigo.

Pese a lo que declaró cuando fue presentado ante la prensa, El Chapo era poseedor de una biografía menos modesta. Durante varios años fue dueño absoluto del hangar 17 zona D del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, en el que según elementos de la Policía Bancaria e Industrial encargados de custodiar el lugar, dos aviones efectuaban vuelos constantes bajo la protección del comandante Mario Alberto González Treviño. La DEA lo consideraba pionero en la construcción de narcotúneles: uno de ellos, de 450 metros de longitud, habilitado con rieles, luz eléctrica y sistema de ventilación, era empleado para introducir drogas en San Diego y sacar dinero en efectivo del país. Había ideado la exportación de cocaína dentro de latas de chile jalapeños, en remesas etiquetadas bajo la marca “Comadre”, que enviaba regularmente al otro lado de la frontera por medio de trenes de carga. Acostumbraba rentar, en hoteles lujosos, pisos completos para él solo. Era afecto a las mujeres, la música de tambora, el oro y las piedras preciosas. Poseía fincas, ranchos, casas de playa. Tenía dos yates anclados en Playa Pichilingue: el Chapito II y el Giselle (los nombres de sus hijos). Según la declaración del testigo protegido “Julio”, antes de huir rumbo a Guatemala había entregado a un primo suyo 200 millones de dólares para que los guardara por si la cosa se ponía fea. La leyenda de aquel dinero hizo que un narcotraficante apodado El Colo viajara a Nayarit para matar al familiar de El Chapo y adueñarse de esa fortuna.

En realidad, las cosas iban mal desde 1989, cuando el primer capo de capos que hubo en el país, Miguel Ángel Félix Gallardo, fue llamado a cuentas por la justicia. Por indicaciones de Félix Gallardo, el narcotraficante Juan José Esparragosa Moreno, El Azul, convocó a una cumbre de capos y repartió el país entre ellos a fin de evitar una guerra. En el orbe de las declaraciones ministeriales y los testigos protegidos, las versiones de un mismo hecho suelen ser contradictorias. Para algunos, el desastre comenzó cuando los hermanos Arellano Félix mataron en Tijuana a El Rayo López —a quien El Chapo consideraba un hermano—, porque éste se había metido en su territorio. Para otros, todo se pudrió cuando los Arellano robaron 300 kilos de coca que pertenecían al Cártel de Sinaloa. Amigos durante el reinado de Miguel Ángel Félix Gallardo, para 1992 El Chapo y los Arellano se habían convertido en enemigos mortales.

En octubre de ese año El Chapo fue objeto de su primer atentado. Mientras circulaba en un Cutlass por el Periférico de Guadalajara, una Ram lo embistió y tres sujetos descendieron accionando sus metralletas. El Chapo metió a fondo el acelerador y se abrió camino entre el fuego. Tuvo tiempo de reconocer a sus atacantes: Ramón Arellano Félix y dos de sus lugartenientes, Armando y Lino Portillo.

En cuanto se puso a salvo contó los agujeros de bala que había en el Cutlass, 12 en total, y marcó el 77-16-21, número celular de Benjamín Arellano. El líder del Cártel de Tijuana le dijo:

—Nosotros no fuimos.

El Chapo declaró después: “Desde ese día les perdí la confianza”. Le tomó menos un mes devolver la cortesía. Sus servicios de información revelaron que con la custodia del comandante federal Adolfo Mondragón Aguirre, los Arellano llevaban tres noches en Puerto Vallarta, derrochando dinero en el Christine, el centro nocturno del Hotel Krystal. El 8 de noviembre de 1992, un camión Dina aparcó a las puertas de la discoteca. De la caja metálica bajaron en formación 50 hombres con chalecos antibalas, rifles de asalto e identificaciones de la Policía Judicial Federal. Se introdujeron en el lugar y en cosa de ocho minutos percutieron mil casquillos. Armando Portillo, uno de los responsables del atentado contra El Chapo en el Periférico de Guadalajara, cayó bajo las balas. Pero Ramón y Francisco Javier Arellano Félix lograron huir por los ductos de aire acondicionado del baño. Varios de sus escoltas murieron en la refriega.

La espiral de violencia alcanzó su punto culminante en el aeropuerto de Guadalajara, el día en que El Chapo Guzmán iba a viajar a Puerto Vallarta y el comando del barrio Logan recibió la instrucción de regresar a Tijuana pues el objetivo de su viaje, localizarlo y ejecutarlo, no había podido cumplirse. Ése fue el día en que, según las autoridades, ambos grupos se hallaron por accidente a las afueras del aeropuerto Miguel Hidalgo. Ese fue el día en que el cardenal Posadas tuvo el mal fario de irse a meter directamente entre las balas y el país entero descubrió que había comenzado la Edad de la Delincuencia Organizada.

Vivir en Puente Grande

En noviembre de 1995 El Chapo Guzmán consiguió su traslado al penal de Puente Grande, ubicado a 18 kilómetros de Guadalajara. Ahí lo esperaba su viejo camarada de correrías, Héctor El Güero Palma, detenido en junio de ese año cuando la avioneta en que viajaba se desplomó a consecuencia del mal tiempo. En apariencia, El Chapo se dedicó a defenderse de los 10 procesos que tenía abiertos por homicidio, delitos contra la salud, cohecho, delincuencia organizada, tráfico de drogas y acopio de armas. El entonces director de la DEA, Thomas Constantine, diría después que, en realidad, Guzmán Loera siguió operando desde la cárcel. Su hermano El Pollo bajaba cargamentos de cocaína procedentes de Sudamérica, “apadrinado” por Juan José Esparragosa, El Azul, y Albino Quintero Meraz. Otras figuras del cártel, como los hermanos Héctor y Arturo Beltrán Leyva, enviaban maletines de dinero a Puente Grande cada que El Chapo lo necesitaba.

Guzmán Loera conocía a la perfección el camino que iba a recorrer: en 1991 había sobornado al jefe de la policía capitalina, Santiago Tapia Aceves, a quien le entregó 255 mil dólares y 14 millones de pesos a cambio de su libertad. Aquel episodio sería recordado como “la primera fuga de El Chapo”. Una patrulla lo había detenido en el Viaducto. Se dice que dentro de la Suburban en que viajaba había varios ladrillos de cocaína, e incluso un muerto. El jefe policiaco pidió que lo trasladaran a instalaciones de la delegación Venustiano Carranza. Tapia Aceves llegó a ese lugar en helicóptero, y volvió a subir en él con varias bolsas de Aurrerá repletas de dólares.

Fiel a su propia lógica, El Chapo tardó poco en someter Puente Grande. Puso a sueldo a custodios y comandantes; lentamente, tendió un circuito de complicidad que se extendió a todos los niveles. El mismo director del penal, Leonardo Beltrán Santana, estaba bajo sus órdenes. El Chapo escogía el menú, imponía el rol de vigilancia, intervenía en cada uno de los mecanismos de operación de la cárcel. Poseía cuatro celulares, estéreo, televisión y una computadora personal. No asistía a clases y ni siquiera pasaba lista. Según el tercer visitador de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, José Antonio Bernal, a poco de su llegada “entraban drogas, alcohol y mujeres para reclusos privilegiados… había hielos, chicles, comida, pastillas no autorizadas, medicamentos no permitidos, vitaminas y mujeres a las que pasaban en camionetas del mismo penal”.

El Chapo, El Güero Palma y Arturo Martínez, El Texas, los tres reclusos más importantes, celebraban rumbosas fiestas para las que se adquirían hasta 500 litros de vino, y en las que había tambora y mariachi. Algunas mujeres traídas de fuera permanecían al lado de El Chapo durante semanas. En otras ocasiones, el capo prostituía a las cocineras del penal (una vez fue denunciado por violación).

Los custodios que se negaban a integrarse a la red de complicidad eran golpeados o amenazados: “Oiga, dicen que usted anda enojado y que no quiere nuestra amistad. No se preocupe, aquí tenemos los datos de su domicilio y de su familia. No hay ningún problema”. Narcotraficantes y familiares ingresaban al penal sin importar la hora: “Aquí traemos a las visitas de los señores”.

A fines de 1997, El Chapo, que acostumbraba enviar rosas a las cocineras, le mandó una botella de whisky a una de las cinco mujeres recluidas en el penal: Zulema Hernández. Era alta, rubia, y poseía un cuerpo “casi perfecto”. Tenía tatuado un murciélago en la espalda y un unicornio en la pierna derecha. Se hallaba en Puente Grande bajo el cargo de secuestro. Julio Scherer la entrevistó alguna vez y publicó las cartas de amor que El Chapo dictaba a su secretario: “Zulema, te adoro… y pensar que dos personas que no se conocían podían encontrarse en un lugar como este”.

Zulema fue una de las pocas personas a las que el capo confió sus proyectos de evasión: “Después nos volvimos a ver y me dijo que ya se iba a hacer. Él me decía, tranquila, no va a pasar nada, todo está bien”. Guzmán Loera enfrentaba un proceso de extradición, que con seguridad iba a perder en los tribunales. El plan que había fraguado minuciosamente desde 1999 fue puesto en marcha el 19 de enero de 2001. Vicente Fox acababa de llegar a la presidencia. Un cambio de director en Puente Grande podía echar por tierra años de trabajo. No le quedaba tiempo para comenzar de cero.

Antes de irse, Guzmán prometió a Zulema la ayuda de un abogado. Pero el abogado nunca llegó y el narcotraficante se olvidó de ella. Jamás volvieron a verse: ella salió de prisión en 2003, se enroló en la organización de un abastecedor de droga llamado Pablo Rojas, El Halcón, y regresó a la cárcel al año siguiente. En 2006 la liberaron. El 17 de diciembre de 2008 la policía encontró el murciélago y el unicornio dentro de la cajuela de un auto. Zulema había sido asfixiada con una bolsa de plástico y tenía varias “Z” marcadas con una navaja en el cuerpo.

La fuga de El Chapo comenzó a las 19:15 y terminó 13 minutos más tarde. En un carro de lavandería empujado por Francisco Javier Camberros, El Chito, empleado del área de mantenimiento, y luego de ubicar en puntos estratégicos al equipo de celadores a su servicio, El Chapo salió del módulo 3 y atravesó pasillos, diamantes de seguridad y puertas electrónicas, hasta cruzar la aduana de vehículos. El sistema de video interno había sido bloqueado. En el estacionamiento general, se metió en la cajuela de un viejo Montecarlo. El Chito se hallaba a tal punto bajo la voluntad del narcotraficante que, dijo después, no cobró un solo peso “por el favor que le hice al señor Guzmán”.

El Chapo se había quejado ante él de su extradición inminente. “Me dijo que ya había pagado sus culpas y aún así lo querían llevar a Estados Unidos”. Sucedió este diálogo:

—¿Me apoyas para irme de aquí?

—Como va.

Una vez en el Montecarlo, El Chito apretó el acelerador. Pasaron dos topes. El auto enfilaba por la carretera libre a Zapotlanejo. Antes de llegar a la ciudad, el empleado abrió la cajuela.

—Yo aquí lo dejo —dijo.

El Chapo le recomendó:

—Mejor vente conmigo. A partir de mañana va a estar la noticia, pero en grande.

Con el narcotraficante instalado en el asiento del copiloto, llegaron a la esquina de Maestranza y Madero. El Chapo admitió que tenía la boca seca. Camberros estacionó el auto y se metió a una tienda para comprar agua. Cuando regresó, el jefe del Cártel de Sinaloa se había ido. “Primero se fugó de Puente Grande y luego se le fugó a él”, escribió un reportero.

“Al ver el problema en el que me encontraba… agarré un carro de sitio a la central de Guadalajara y ahí tomé un camión para el Distrito Federal, en donde yo creía que nadie me conocía”, confesó Camberros el día en que el miedo, el escándalo, la presión, lo llevaron a entregarse.

En Puente Grande sólo encontraron el uniforme y los zapatos de El Chapo. El director Beltrán Santana, que esa tarde había recibido la visita en el penal del subsecretario de Seguridad Pública, Jorge Tello Peón, y del director de Readaptación Social, Enrique Pérez Rodríguez (quienes viajaron a Puente Grande, según dijeron, para atender denuncias sobre el relajamiento en los esquemas de seguridad), tardó dos horas en informar a sus superiores. El sistema de corrupción del que este servidor se había beneficiado le estalló como una granada entre las manos: la huida ocasionó la consignación más grande en la historia reciente del país: 71 custodios y funcionarios fueron detenidos.

Nueve años después de la fuga, sólo seis procesados continuaban en la cárcel. Incluso Beltrán Santana había obtenido la libertad. Los priistas que solaparon el esquema de corrupción que durante el gobierno de Ernesto Zedillo permitió a Guzmán Loera reinar a sus anchas en Puente Grande, acusaron a los panistas de haber facilitado la fuga. Lo único claro, según se vio después, era la facilidad con que El Chapo compraba a unos y otros.

A salto de mata

Un corrido de El Tigrillo Palma cuenta lo que ocurrió después:

A veces la residencia

a veces casa campaña

los radios y metralletas

durmiendo en piso o en cama

de techo a veces las cuevas

Joaquín El Chapo se llama.



La Policía Federal Preventiva, la PGR y la Sedena instalaron un operativo de rastreo por aire, mar y tierra. Las fuerzas de seguridad se movilizaron en la frontera. El testigo protegido clave “Julio” relató que la misma noche de su fuga El Chapo se dirigió a Nayarit, en donde un político local, Julián Venegas Guzmán, lo escondió en su propia casa.

A fines de los ochenta, Venegas Guzmán había relacionado a El Chapo con elementos del ejército asignados a la costa nayarita. Tres de ellos, Jesús Castro Pantoja, Antonio Mendoza Cruz y Adrián Pérez Meléndez, le sirvieron de “muro” en diversos desembarcos de cocaína. Una parte importante de su organización se hallaba asentada en Nayarit.

Guzmán Loera pasó una noche en casa del político (meses después, a la hora de ser detenido, éste aspiraba a una diputación local por el PRD), y luego se refugió durante 40 días en un rancho de Compostela que el propio Venegas le había conseguido. En marzo de 2001 el ejército ubicó al narcotraficante en Santa Fe, Nayarit. Se desplegó un operativo que incluyó vuelos rasantes, pero las autoridades militares llegaron tarde: Ismael El Mayo Zambada acababa de sacar a El Chapo en helicóptero. Fue en esos meses cuando Guzmán Loera corría de un lugar a otro, y el gobierno de Vicente Fox anunciaba que se había quedado sin recursos: “Podemos presumir que será detenido de un momento a otro”.

De acuerdo con la versión del testigo “Julio”, El Chapo dependía por completo de su hermano El Pollo. Éste se encargaba a distancia de su seguridad física y económica. Había infiltrado poderosamente a la PGR y tenía una línea directa que le informaba sobre los operativos.

La DEA señalaba que desde mediados de los años noventa El Pollo estaba al frente de una de las células del Cártel de Sinaloa. Según un narcotraficante adscrito al programa de testigos protegidos bajo la clave “César”, en 1997 El Pollo había asistido a una reunión convocada por el jefe del Cártel de Juárez, Amado Carrillo, en la que se acordó entregar un soborno de 100 millones de dólares al zar antidrogas Jesús Gutiérrez Rebollo (la negociación no prosperó: el general Rebollo, dijo “César”, sólo recibió un adelanto de 10 millones de dólares como pago por su protección).

Entrevistado telefónicamente por el periódico El Norte, unos días después de la evasión, el propio Gutiérrez Rebollo, que en teoría había perseguido al narcotraficante durante años, adelantó lo que iba a ocurrir: Guzmán Loera se internaría en Nayarit para rehacer sus fuerzas, y luego iba a lanzarse a recuperar todo lo perdido.

Cuatro meses después de la fuga aparecieron señales de que El Chapo había retomado las riendas de la organización: el director de investigaciones de la Policía Ministerial de Sinaloa, Pedro Pérez López, sufrió un atentado a manos de francotiradores. En el sitio donde los sicarios se apostaron para abrir fuego la policía encontró un mensaje escrito en tinta verde: “Atentamente, El Chapo”. Era la declaración oficial de su vuelta a las actividades criminales.

Sin embargo, la PGR seguía afirmando que estaba cercado. En agosto de 2001, en las inmediaciones de La Marquesa, uno de sus familiares, Esteban Quintero Mariscal, fue detenido por militares mientras circulaba en posesión de cuatro armas largas. El subprocurador José Luis Santiago Vasconcelos informó que El Chapo andaba cerca, y que Quintero se había sacrificado para servirle de “muro”. Esa detención condujo al ejército a la zona de Taxqueña. Tras un mes de operativos “discretos”, las fuerzas especiales le asestaron a El Chapo el primer golpe fulminante: El Pollo Guzmán fue aprehendido. El procurador Macedo de la Concha echó las campanas al vuelo: el Cártel de Sinaloa, dijo, quedaba definitivamente partido en dos. La información obtenida por la PGR hacía presumir que la carrera criminal de Joaquín Guzmán Loera iba terminar en menos de un mes.

Los cuatro años que duró la gestión de Macedo de la Concha, sin embargo, no bastaron para que la predicción se cumpliera.

La Alianza de Sangre

A principios de 2002 la Unidad Especializada contra la Delincuencia Organizada detectó que El Chapo había tenido reuniones con Arturo Beltrán Leyva e Ismael El Mayo Zambada. También, que reanudaba relaciones con varios contactos sudamericanos y establecía nexos en Bolivia con el narcotraficante Miguel Ángel Carranza, El Kala. 2002 sería para él un año de suerte: en febrero, Ramón Arellano Félix fue asesinado en Mazatlán, mientras dirigía un operativo de caza en contra de El Mayo Zambada, y en marzo el ejército detuvo al otro cabecilla del Cártel de Tijuana: Benjamín Arellano. Hay versiones que indican que El Chapo filtró la información que permitió esa captura.

La suerte siguió de su lado en 2003: después de sostener dos enfrentamientos a tiros y repeler un intento de rescate, el ejército aprehendió en Matamoros al líder del Cártel del Golfo, Osiel Cárdenas Guillén. Las dos fronteras más importantes del país quedaron libres. Las organizaciones de Tijuana y el Golfo se fragmentaron en una galaxia de grupos violentos enfrentados entre sí. Había sonado la hora de El Chapo.

Cuenta un testigo protegido que Guzmán Loera organizó en Cuernavaca una cumbre de narcotraficantes a la que asistieron 25 jefes. Su propósito: fundir los cárteles de Juárez y Sinaloa en una sola organización que sería lanzada a conquistar los frentes que habían quedado abiertos. Controlar el Pacífico, el Golfo, la frontera.

Todos los jefes convocados eran sinaloenses, aunque algunos operaban desde hacía tiempo en Chihuahua. Muchos de ellos mantenían lazos familiares, reforzados por bodas y compadrazgos. Tenían asiento en el grupo Ismael El Mayo Zambada, Juan José Esparragosa, Vicente Carrillo Fuentes, Ignacio Coronel y Arturo Beltrán Leyva, entre los más destacados. La DEA bautizó a la organización como La Alianza de Sangre. Las autoridades mexicanas preferían llamarla La Federación. Comenzaba una fase en la que las balaceras, la sangre, las torturas y decapitaciones iban a desbordarse sin control.

El Chapo reforzó sus filas con clicas, pandillas de la Mara Salvatrucha. Los sucesores de Osiel Cárdenas reclutaron kaibiles en Centroamérica, y pusieron en movimiento al violentísimo grupo de ex militares conocido como Los Zetas. Los herederos de Benjamín Arellano importaron pandilleros de la M y del barrio Logan. Las armas necesarias cruzaron la frontera. La Federación compró en un millón y medio de dólares la protección del director del Centro de Mando de Operaciones Especiales de la AFI, Domingo González Díaz, uno de los hombres cercanos al titular de esa dependencia, Genaro García Luna (el actual secretario de Seguridad Pública). En La Palma, mientras tanto, Benjamín Arellano y Osiel Cárdenas unieron fuerzas.

Uno de los primeros capítulos de esa guerra se escribió en La Palma, en mayo de 2004: un lugarteniente de El Chapo, Alberto Soberanes Ramos, fue estrangulado con un cable eléctrico en el área de mingitorios. La CNDH había recomendado quitar las cámaras de video de los baños, pero no hicieron ninguna falta. La Alianza sabía claramente de dónde había venido el golpe.

Ese año la violencia estalló en Tamaulipas, corrió por la frontera, descendió hacia el centro del país, siguiendo puntualmente las rutas de la droga, y el 31 de diciembre, poco antes de la cena de Año Nuevo, cruzó de nueva cuenta las puertas de La Palma. Esa noche le metieron ocho impactos de bala a Arturo Guzmán, El Pollo. Al asesino le habían dejado un arma en los baños y una instrucción precisa dentro de su celda.

El autor intelectual, sin embargo, no radicaba en Tijuana ni pertenecía al Cártel del Golfo. El autor intelectual era Vicente Carrillo Fuentes, uno de los miembros de La Federación.

La Alianza de Sangre se había roto dos meses atrás, cuando El Chapo pidió la cabeza del menor de los Carrillo, Rodolfo, al que apodaban El Niño de Oro. En una disputa por tráfico de drogas El Niño había liquidado a dos lugartenientes de Guzmán Loera. El Chapo dijo a sus socios:

—Para El Niño no hay perdón.

Y ordenó a uno de sus jefes de seguridad personal, el ex militar de infantería Manuel Alejandro Aponte Gómez, alias El Bravo, que viajara a Culiacán para cobrar la deuda.

El Bravo era el hombre que había entrenado a los Maras y formado a Los Negros y Los Pelones, los brazos armados del Cártel de Sinaloa. Iba a ser, en su momento, el encargado de dirigir el comando que pretendió asesinar al ex subprocurador José Luis Santiago Vasconcelos. Todo lo resolvió una tarde de sábado, a las afueras de un centro comercial. Cazar a Rodolfo Carrillo le costó 500 tiros. A El Chapo, una guerra contra el Cártel de Juárez que se mantiene hasta la fecha, y la vida del hermano que lo había protegido, Arturo El Pollo Guzmán.

Narcoparaíso

El sucesor de Rafael Macedo de la Concha en la PGR fue Daniel Cabeza de Vaca. En abril de 2005 tomó posesión del cargo con esta frase:

—Entrégate, Chapo.

Durante los primeros 15 días de su gestión sucedieron en el país 36 ejecuciones. La DEA acababa de ofrecer cinco millones de dólares por la cabeza de Joaquín Guzmán. La PGR había consignado a uno de sus hijos, Archibaldo Guzmán Salazar, El Chapito. En junio de ese año un grupo de elite capturó en un restorán de comida china a otro de sus hermanos, Miguel Ángel Guzmán, alias El Mudo.

Cabeza de Vaca terminó su gestión a fines de 2006, el día en que concluía el sexenio de Vicente Fox. La guerra entre los cárteles había dejado nueve mil ejecuciones.

El procurador entrante, Eduardo Medina Mora, sostuvo que El Chapo era sólo una figura emblemática que desde hacía tiempo había dejado de operar. Poco después, afirmó: “No importa dónde esté. Es como una estrella de futbol desgastada”.

Durante el tiempo que duraron las funciones de Medina Mora, sin embargo, se descubrieron los nexos de Guzmán Loera con el traficante de precursores químicos Zhenli Ye Gon, a quien la PGR decomisó 205 millones de dólares en una casa de Las Lomas. Se desenredó, también, el entramado que a través de la llamada Operación Limpieza reveló que los principales mandos de la PGR y la PFP —directores, inspectores, comisionados, coordinadores, jefes de operaciones, comandantes, agentes e incluso un subprocurador— recibían pagos de entre 150 y 450 mil dólares por brindar protección al Cártel de Sinaloa, realizar labores de inteligencia en contra de sus enemigos, y filtrar información sobre cateos, operativos, decomisos y detenciones. El Chapo Guzmán, sus socios y operadores, replicaban a escala nacional el modelo empleado en Puente Grande. La mayor parte del círculo de colaboradores de Genaro García Luna estaba coludida con el narcotráfico. Los hombres más cercanos a Medina Mora seguían a pie juntillas las instrucciones que la “estrella desgastada” dictaba desde la clandestinidad.

Si a consecuencia del asesinato de El Niño de Oro, La Alianza de Sangre había cerrado filas para enfrentar al Cártel de Juárez, la detención de Alfredo Beltrán Leyva, El Mochomo, por una supuesta delación de El Chapo, y una disputa por el control del aeropuerto de la ciudad de México, que derivó en la pérdida de 500 kilos de cocaína y la decapitación de cinco agentes aduanales, lanzó a Guzmán Loera a otra guerra a muerte: esta vez, en contra de sus antiguos aliados, los hermanos Beltrán Leyva.

A su lado, Ignacio Coronel, El Mayo Zambada y Juan José Esparragosa, abrieron el frente de batalla: uno de los más violentos en un conflicto que dejó dos mil ejecutados en 2008, siete mil en 2009, y cinco mil 280 entre enero y junio de 2010. Uno de esos ejecutados iba a ser nada menos que Edgar Guzmán López, otro de los hijos de El Chapo, acribillado en el City Club de Culiacán, bajo una tormenta de fuego en la que se accionaron lanzagranadas y 500 tiros.

Medina Mora dejó la PGR el 7 de septiembre de 2009. Meses atrás, la revista Forbes había ubicado a El Chapo con el número 701 entre los hombres más ricos del mundo. Sin precisar el mecanismo bursátil que le permitió calcular la fortuna del narcotraficante en mil millones de dólares, la publicación situaba a El Chapo como el séptimo millonario del país.

Finalizaba 2008. Arturo Beltrán Leyva colgó una manta en Sinaloa:

“Chapo Guzmán y Nacho Coronel ustedes se dicen jefes pero no son, par de jotos, a mí se me hace chica la República mexicana y tú te conformas con el área de Las Trancas, Tamazula, Durango, una que otra vez vuelas a San Nicolás en el mismo Canelas para esconderte en tu Carrizo pero ni tuyo es, tú Nacho Coronel no te enfada el Potrerillo de Carrasco en Canelas, una vez en su perra vida complázcanme, los veo en El Carrizo el día 1 de enero del 2009”.

La manta contenía una serie de pistas que la autoridad se tardó ocho meses en atender. En agosto de 2009 el ejército encontró en Las Trancas el mayor narcolaboratorio en la historia del tráfico de drogas en México: todo un complejo industrial para el procesamiento de metanfetaminas, asentado en una superficie de 240 hectáreas y acondicionado con bodegas, calderas, dormitorios, bombas de agua y pista aérea. En la residencia principal, en la que había un gimnasio, internet y sky, se hallaron prendas de vestir de marca (Versace, Tommy Hilfiger, Náutica) y pantalones de mezclilla de talla 15 y medio. Había también un catálogo, prácticamente un menú, de suculentas modelos. Según el reportero Francisco Gómez, recorrer el complejo de un lado a otro demandaba seis horas. Tenía capacidad para producir diariamente 100 kilos de cristal.

No hubo detenidos. Los habitantes del narcoparaíso se habían esfumado antes de que las tropas aparecieran. Pantalones 15 y medio: el habitante de aquella casa debía ser un hombre bajo.

Unos meses más tarde, Michael Braun, jefe de operaciones de la DEA en Estados Unidos, aseguró que El Chapo era un cadáver viviente. “Es un hombre muerto y él lo sabe. Nadie en su negocio llega a viejo”. En enero de 2010 Braun sostuvo que Guzmán se encontraba acorralado en una esquina, e hizo una predicción: “Será capturado dentro de 90 días”.

Han pasado 180. El periodista Jesús Blancornelas decía de Joaquín Guzmán: “Tiene de pronto un pie en Nuevo Laredo. Otro en Tijuana. Parrandea a escoger: Nogales o Caborca. Duerme en Puebla. Se da sus paseadas en Veracruz. Ordena ejecuciones en Quintana Roo. Lleva dólares a Guatemala. Total. Descansa escondido en Sinaloa. Por eso donde no lo ven se les figura”.

Héctor de Mauleón. Escritor y periodista. Su más reciente libro es El secreto de la Noche Triste.

NEXOS EN LINEA

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