miércoles, septiembre 09, 2009

EL CACIQUE DEL GOLFO

Juan Nepomuceno Guerra

Murió en Matamoros, Tamaulipas, una de las leyendas del contrabando y el tráfico de drogas en la costa este de la frontera mexicana con Estados Unidos: Juan Nepomuceno Guerra. Falleció a los 82 años, víctima de una grave enfermedad que ya le había causado la pérdida de sus piernas hace un par de años.

Con su muerte, se revivió la mitología que se había generado en torno suyo en el pasado que, a decir verdad, está fuera de la realidad. Se dijo que Juan N. Guerra era el verdadero jefe del cártel del Golfo, que fue el hombre que manejaba, como una réplica de Don Corleone, el tráfico de drogas en toda esa región de la frontera. La verdad no es esa: la importancia de la historia de Juan N. Guerra es que representa perfectamente bien, el cruce de caminos entre dos etapas del crimen organizado en México y de sus relaciones con el poder. Y también los métodos que se utilizaron para forzar el reemplazo de unas figuras por otras.

En realidad, como muchos de su época, Juan N. Guerra comenzó sentando bases en esa franja de la frontera como contrabandista. En una época en que el mercdo nacional estaba cerrado, donde el consumo de drogas en Estados Unidos no era importante, el verdadero negocio estaba en el contrabando de la Unión Americana hacia el mercado interno en México. Para eso se requerían amarres y contactos políticos. Juan Guerra los fue construyendo hasta convertirse en un verdadero cacique en la región. A nivel local la alianza principal se estableció con los dirigentes de la CTM (que controlaban a los transportistas) sobre todo con Agapito Hernández Cavazos, dirigente cetemista en el estado, y con Pedro Pérez Ibarra, dirigente de la CTM en la estratégica aduana de Nuevo Laredo. Con el control de los transportes locales, de las aduanas de Nuevo Laredo y Matamoros, Juan N. Guerra pudo hacer florecer el negocio del contrabando durante años, incursionando posteriormente cada vez más en el narcotráfico, casi exclusivamente en la marihuana, aunque, en comparación con el contrabando de productos hacia México, la droga era, en esa época, un negocio secundario.

La cantidad de políticos nacionales que formaban parte de los contactos de Juan N. Guerra parecían ser innumerables: prácticamente todos los políticos importantes del noreste del país, particularmente de Nuevo León (si bien existen diversas actas de nacimiento de Guerra, incluso una que lo hace nacer en Estados Unidos, todo indica que era originario de China, Nuevo León) y Tamaulipas lo conocían y lo trataban. Las versiones policiales aseguran que uno de esos políticos, especialmene influyente en la época de Adolfo López Mateos, fue Raúl Salinas Lozano. De esa relación entre Juan N. Guerra y el padre del ex presidente Carlos Salinas, se desprendieron innumerables especulaciones, sobre todo a partir de que Raúl Salinas de Gortari fuera detenido.

Las relaciones entre el crimen organizado y el poder político tiene en esas épocas sus orígenes y a partir de allí se desarrollan hasta sus formas actuales. Durante años el cártel de Matamoros (posteriormente se convertiría en el cártel del Golfo), basó su poder en esas relaciones y terminó siendo ésta, la estrecha relación con el poder, uno de los signos distintivos de este grupo. Los vínculos con la CTM local le permitieron a Juan N. Guerra establecer otra fuerte relación con Joaquín Hernández Galicia, La Quina, el otrora poderosísimo dirigente petrolero y también con el grupo político local de Enrique Cárdenas González. Los apoyos políticos de estos grupos oscilaron tradicionalmente entre el PRI y el PARM y así mantuvieron su influencia en la frontera durante años.

Pero en 1988 todo indica que realizaron apuestas equivocadas (muy probablemente de la mano con La Quina) y terminaron rompiendo con el entocnes presidente Carlos Salinas de Gortari. Allí comenzó una operación para recomponer el control caciquil en toda esa región del país y muy probablemente muchos episodios desastabilizadores sucedidos años después tienen origen en ese conflicto.

Hay disitntas versiones sobre la caída del imperio de Juan N. Guerra, pero todas coinciden en que el eje central estuvo, en el ámbito político, en un distanciamiento de sus aliados tradicionales; otros consideran que el problema principal es que este viejo cacique, ya con graves problemas de salud en aquellos años, no permitía que se estableciera una verdadera red empresarial para el manejo del narcotráfico en la entidad, lo que coincidió, además, con toda la restructuración del negocio de la droga en nuestro país, a partir de la detención de Miguel Angel Félix Gallardo, un negocio que, desde entonces, ya se había asentado en la cocaína, mucho más que en la marihuana y por supuesto, con la apertura de mercados que ya se anunciaba, fuera del interés del contrabando (por lo menos del tradicional, de aparatos electrónicos, bebidas, ropas, que era norma en aquellos años).

Lo cierto es que cuando inicia la restructuración del narcotráfico se decide una división del territorio nacional entre diferentes grupos. Originalmente los únicos que no aceptan la misma serían los Arelleno Félix, con lo que comenzó una guerra entre cárteles que continúa hasta el día de hoy. Pero en la zona del Golfo ya comenzaba a operarse el cambio que implicaba la consolidación de un sobrino de Guerra, Juan García Abrego, con un apoyo claro de fuerzas políticas locales y nacionales, y sobre todo de funcionarios del área de seguridad.

En realidad hubo dos grandes operaciones que sirvieron para modificar el control de los principales grupos de narcotraficantes y en ambas, un mismo personaje aparece como el principal ejecutor: Guillermo González Calderoni. La primera de ellas se produjo en Ojinaga, Chihuahua, en abril de 1987. Allí en una operación combinada de la PGR y el FBI, encabezada por el entonces comandante de la Policía Judicial Federal en Ciudad Juárez, Guillermo González Calderoni, fue muerto el único hombre que le disputaba realmente el control del narcotráfico en México a Félix Gallardo, Pablo Acosta, un traficante que introducía toneladas de cocaína, marihuana y heroína en los Estados Unidos y que tenía una red de distribución interna en ese país que abarcaba de California a Carolina del Norte. La muerte, se asegura que a golpes, de Pablo Acosta, y la casi inmediata detención de Félix Gallardo, abrieron el espacio para que surgiera lo que ahora conocemos como el cártel de Ciudad Juárez.

La segunda gran operación se dio precisamente en 1990. Ya habían caído en Tamaulipas La Quina (en una operación policial también ejecutada por González Calderoni) y Agapito Hernández, ya había cambios en los grupos políticos dominante en Tamaulipas, ya había surgido un nuevo grupo que comandaba el crimen organizado. Pero para consolidar todo eso se requería terminar de desplazar a la vieja generación. Fue entonces cuando se decide la detención en uno de sus ranchos, de un Juan N. Guerra que ya estaba en silla de ruedas y que fue mostrado, entonces, como el verdadero jefe del cártel del Golfo, como El Padrino del narcotráfico mexicano, mientras que la realidad mostraba que ese grupo operaba bajo otros mandos. La detención de Juan N. Guerra fue encabezada, una vez más, por Guillermo González Calderoni. La operación fue espectacular pero las consecuencias legales por lo menos endebles. No se acusó prácticamente de nada al viejo cacique e incluso, por su estado de salud ni siqueira pisó la cárcel: pero lo importante era la señal y esa ya se había dado. Allí se oficializó que quien mandaba en esa frontera era García Abrego.

Poco después, el propio González Calderoni vio como caía su estrella y antes de ser detenido acusado de tortura y de participar activamente en el tráfico de drogas precisamente con el cártel del Golfo, buscó refugió en Estados Unidos donde se ha convertido en testigo protegido de la DEA, la que en un hecho inédito le ha permitido mantener su fortuna (que según las acusaciones que tiene en México es producto del narcotráfico). El gobierno estadunidense ha negado la extradición de González Calderoni que, según fuentes de alto nivel de las áreas de seguridad en México, seguiría siendo un hombre clave para comprender cómo se mueven los grupos de la droga en esa región de la frontera.

Lo cierto es que desde su detención, Guerra ya no tuvo influencia en el tráfico de drogas en esa parte de la frontera. Con el cambio de gobierno vendría la caída de su sobrino, Juan García Abrego, y una nueva redistribución de los grupos del narcotráfico. En esa región se acentuó la lucha entre distintos grupos considerados herederos de García Abrego: en Laredo estaba la banda de Los Texas; en Matamoros, Jesús El Chava Gómez, en esa misma zona Osiel Cárdenas. Los primeros fueron detenidos aunque conservaron desde el penal de Nuevo Laredo el control de ese puesto fronterizo durante años, los otros trabajaron juntos pero la presencia del cártel de Juárez se fue extendiendo hasta controlar buena parte de esas plazas. Hace dos años Gómez y Cárdenas fueron detenidos y encerrados en una casa del Pedregal, en el Distrito Federal. Pagaron, se dice, 700 mil dólares a los policías que los custodiaban y se fugaron. Allí mismo comenzó la guerra entre ambos y ganó Osiel Cárdenas: meses después el cuerpo acribillado de Gómez aparecía en las afueras de Matamoros.

FUENTE: MEXICOCONFIDENCIAL.COM

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